Soy un «energizante»: mis palabras, mi actitud y estado de ánimo contagian a otros.
Tengo una pequeña planta enredadera situada en lo alto de la librería de mi estudio. Todas las hojas verdes están orientadas hacia la claridad que procede de la ventana. Lo vemos en los campos de girasoles; todas las flores están orientadas al sol. Se trata del llamado «efecto heliotrópico». En botánica, se describe como el movimiento de un organismo vivo que busca la luz del sol. ¿Y qué es la luz para una planta? ¡Alimento! ¡Vida! Así, por extensión, podríamos hablar del mismo «efecto heliotrópico» como una tendencia natural de los seres vivos para buscar su fuente de vida y huir de todo aquello que interpretan como un amenaza.
Todos demostramos una tendencia natural por lo positivo y un rechazo por lo negativo. Kim Cameron, profesor de la Universidad de Michigan, cofundador del Center for Positive Organizational Scholarship, reconocido como uno de los Top 20 high-impact ideas por la Harvard Business Review, afirma que también existe un efecto similar en las personas. Según él, y después de reunir una serie de hallazgos, todos demostramos una tendencia natural por lo positivo y un rechazo por lo negativo.
Los individuos tienden a dar lo mejor de sí mismo en entornos positivos.
LOS ENERGIZANTES
Por lo tanto, al igual que las plantas se alimentan a través de un procedimiento singular conocido como fotosíntesis, las personas en una organización crecen y se desarrollan por medio de las conexiones que establecen con otras personas, lo que determina el clima de la organización. Aquí encontramos dos categorías de individuos: los «energizantes negativos» y los «energizantes positivos».
Los energizantes negativos son críticos, inflexibles, egoístas y falsos. Merman el entusiasmo, absorben la fuerza, debilitan y dejan exhaustos a sus compañeros. Por el contrario, los energizantes positivos son más productivos, optimistas, atentos, fiables, desinteresados e inspiradores. Atraen conocimientos, los comparten, inyectan vitalidad, alientan, estimulan, animan, motivan y transmiten energía.
Ambos son capaces de transformar una organización en función del signo de sus actitudes e iniciativas. Por consiguiente, la pregunta clave es la siguiente: Después de analizar mis comportamientos, ¿qué categoría de «energizante» soy para los demás?
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