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VENCE LAS RESISTENCIAS DE LA CREATIVIDAD

Crear no es un acto narcisista, vanidoso... Crear es regalar, es entregar la vida.



Chesterton decía que el «hombre es el único ser de la creación capaz de ser a un mismo tiempo creador y criatura». Creador para ofrecer un mundo nuevo de conexiones entre las cosas, y criatura para acogerlas y vivir de ellas. Sin embargo, las circunstancias —«coartadas» para ser más precisos— como vientos impetuosos, empujan el barco de la vida hasta vararlo en las ciénagas de la resistencia. Es ahí, en la blandura, en la flojedad del terreno pantanoso donde pierdo el coraje para crear y manifestar quien soy: la pintora, el músico, el poeta…; la mujer que abre caminos, el apóstol, la juez…; el soñador, el científico, el profeta…

La parálisis hace daño, me convierte en un ser tibio y me enfrenta a mi existencia. Es la mediocridad que me destruye. La falta de iniciativa que daña a los que me rodean. Son mis dones singulares, apartados en el trastero de las cosas inútiles, viejas, rotas. Es mi corazón apagado, mi vida vulgar.

¿Y qué hago? Nada, o muy poco. Mis pies siguen clavados en las arenas movedizas y me digo a mí mismo: «¡No, no puedo dar un paso más! ¡Los problemas me asedian!». «¿Problemas?», me dice una voz interior. «¿Crees que solo tú sufres? ¿No te has enterado aún que el mundo es un colosal paraíso de dolor?

Cuando antepongo el interés propio al ajeno, la creación se resiente. Porque crear no es un acto narcisista, vanidoso. Crear es regalar, es entregar la vida. Sin embargo, entre aquellos que se guardan para sí y los que proyectan su ego, el mundo crece muy, muy despacio. O incluso retrocede. Por eso, hay que romper las resistencias y crear más, y subir el listón. H. W. Murray, un famoso alpinista escocés dijo lo siguiente:


«Hay una verdad elemental sobre todo acto de iniciativa (y de creación), cuya ignorancia mata incontables ideas y planes espléndidos: que en el momento en el que uno se compromete, la providencia también lo hace. Nos suceden todo tipo de cosas, que de otra manera no habrían ocurrido. A raíz de esta decisión, se desata un torrente de acontecimientos. De una, nos encontramos con toda una clase de incidentes imprevistos, encuentros y ayuda material favorable con los que nadie podría haber soñado. He adquirido un profundo respeto por uno de los versos de Goethe: «Cualquier cosa que puedas hacer, o piensas que puedes hacer, empiézala. El atrevimiento posee genio, magia y poder en sí mismo. Empiézalo ahora”»*.

Y yo añadiría: empiézalo, sí, y por lo que más quieras: ¡termínalo! El mundo necesita tu singularidad. Mírate, eres un don para el mundo. No te reserves.



(*) W. H. Murray. The Scottish Himalayan Expedition. 1951 J. M. Dentand Sons. Ltd.


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