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LO QUE NO ELIGES CONSCIENTEMENTE, LO RECHAZAS INCONSCIENTEMENTE

Cuando tomas decisiones deliberadas, evitas que el miedo y la inercia marquen tu destino. Por lo tanto, asegúrate de que cada elección que haces te acerque a la vida que realmente quieres vivir.



El cerebro trabaja en dos niveles: el consciente y el inconsciente. Con el consciente tomamos decisiones racionales y deliberadas, mientras que con el inconsciente procesamos acciones automáticas y circunstanciales. Estos dos niveles están en constante interacción, influenciando nuestras acciones y percepciones de un modo que todavía escapa a nuestra comprensión.

 

Ahora bien, lo que sí sabemos es que cuando evitamos tomar una decisión consciente, no estamos simplemente dejando un espacio vacío: estamos permitiendo que nuestro inconsciente llene ese vacío con sus propias decisiones. Decisiones que son el resultado de un cóctel de miedos, prejuicios y patrones de comportamiento aprendidos.

 

Todo ese combinado, unas veces nos beneficia y otras no. Por consiguiente, si no elijo conscientemente, estoy permitiendo que esas fuerzas subterráneas dicten mi vida.

 

«Lo que no afrontas conscientemente se convertirá en tu destino». Carl Jung

 

Está claro: el cerebro inconsciente se resiste a la incomodidad, a la incertidumbre. Eso sí, a cambio, me procura una cierta estabilidad —«Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer», esa es su máxima—. El riesgo es evidente: si no fuerzo una elección consciente, perpetuo un rechazo inconsciente a un sin fin de oportunidades de crecimiento. Rechazo que se manifiesta en forma de resistencia, falta de motivación o incluso apatía.

 

Cada elección o la falta de ella tiene un impacto en mí. Por ejemplo, muchos profesionales experimentan el fenómeno del burnout. Pues bien, más allá de las circunstancias que influyen poderosamente en este tipo de episodios —el horario laboral, los turnos de trabajo, la seguridad y estabilidad en el puesto de trabajo… —, si yo no tomo decisiones conscientes para equilibrar el trabajo y el descanso, mi salud mental se deteriorará gravemente.

 

Hoy en día, es un lugar común —y no por ellos menos doloroso— que el uso excesivo de las redes sociales tiene un efecto negativo en la salud mental de los jóvenes. Muchos usuarios no toman decisiones conscientes sobre el tiempo que permanecen amarrados a los dispositivos, lo que lleva al rechazo inconsciente de otras actividades mucho más saludables y productivas.

 

Desde la elección de una carrera profesional hasta algo tan simple como decidir qué película ver; la incapacidad de tomar una decisión consciente me conduce a un estado de inacción en el que consiento que el curso de los acontecimientos sea procesado por el inconsciente, y que este elija por mí.

 

Según Jung, el inconsciente de cada persona contiene todos los pensamientos, recuerdos y experiencias que no son conscientes pero que influyen en nuestro comportamiento. Tanto es así que, aquello que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino.

 

Daniel Kahneman, autor de Pensar rápido, pensar despacio, distingue entre dos sistemas de pensamiento: el Sistema 1 (rápido, automático e inconsciente) y el Sistema 2 (lento, deliberado y consciente). Según este modelo, muchas de nuestras decisiones cotidianas son gobernadas por el Sistema 1; por lo tanto, cuando no tomamos decisiones conscientes y deliberadas, permitimos que el Sistema 1 tome el control, basándose en heurísticas y sesgos que pueden no siempre ser beneficiosos.

 

Steven Pressfield, en La guerra del arte, habla sobre la «resistencia» como una fuerza interna que nos impide hacer lo que realmente queremos; una manifestación del rechazo inconsciente de nuestras verdaderas aspiraciones, que se presenta como procrastinación, miedo y otras formas de autosabotaje. Así, cuando no elijo enfrentarme a dicha resistencia conscientemente, entonces dejo que ella gobierne inconscientemente sobre mis acciones.

 

En definitiva, la idea de que «lo que no eliges conscientemente lo rechazas inconscientemente», me invita a examinar más de cerca las decisiones que tomo, por acción u omisión. Se trata de responsabilizarme de mi propia vida, reconociendo que cada elección, o la falta de ella, tiene un impacto fehaciente.

 

Si a partir de ahora soy mucho más consciente de mis decisiones —las más relevantes, al menos— tendré una vida más significativa; un camino trazado por mis intenciones y mis deseos más auténticos.



© 2024 by Eugenio Pérez Freire

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