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NO TENGO PRISA

Te imaginas tomando las cosas con calma, sereno, sin estrés. ¿Te ves enfocado en el momento presente, sin el apuro por llegar a un lugar o alcanzar un objetivo?



Había dejado el coche en el taller. Unos arañazos en las puertas. Dos partes a la aseguradora y listo: chapa y pintura. El encargado me ayudaba con el papeleo, cuatro o cinco personas detrás de mí esperaban su turno. Venían a lo mismo: entregar o recoger el vehículo. Al rato, entra un individuo.

—¡Buenas tardes, Juan! Enseguida estoy contigo —saluda el encargado al recién llegado.

—¡Qué tal! No tengo prisa —responde este esbozando una sonrisa franca.

El tipo tendría cincuenta y tantos, enjuto, de mirada serena. Dio una ojeada al grupo y se sentó, impasible.

—Esto va rápido —añadió el encargado.

—No tengo prisa —insistió Juan marcando las sílabas, mientras miraba a la concurrencia, con una arrogancia sutil.

Sus ojos se cruzaron con los míos y me dije: «Realmente, este no tiene prisa». Sin embargo, todos los que estábamos allí, dibujábamos tics nerviosos: uno no paraba de mirar el reloj, otro resoplaba, una mujer joven balanceaba el cuerpo hacia delante y hacia atrás, aquel apretaba los labios reteniendo la mala leche que mostraba su mirada. Y yo… Yo pensaba en todo lo que tenía que hacer nada más llegar al despacho.

 

«No tengo prisa», decía Juan. ¿Te imaginas tomando las cosas con calma, sereno, sin estrés. ¿Te ves enfocado en el momento presente, sin el apuro por llegar a un lugar o alcanzar algún objetivo? Para eso, hay que hacer tiempo, crear espacios, liberar compromisos.


Algunos no están tranquilos hasta que revientan la jornada de tareas y citas, como si vivir consistiera en llenar una librería hasta ocupar todos los huecos con libros y adornos que aportan nada o muy poco.

 

La vida sin prisa proporciona una perspectiva más amplia de la realidad, porque sólo con tiempo ves las cosas desde diferentes ángulos y comprendes mejor la complejidad de las situaciones.


Por ejemplo, imagina que trabajas en el desarrollo de un nuevo producto para tu empresa. Hay un plazo ajustado para presentar el diseño final, y la mayoría de los miembros del equipo están concentrados en cumplir con las fechas límite. Sin embargo, un colega decide adoptar la perspectiva de «no tener prisa».


Este compañero, en lugar de apresurarse a diseñar la interfaz del producto, dedica tiempo a comprender las necesidades de los usuarios, investiga las tendencias del mercado y revisa en detalle las opciones de diseño. Aunque esto podría retrasar ligeramente el proceso inicial, su enfoque más reflexivo permite identificar posibles problemas y oportunidades que podrían haberse pasado por alto en un enfoque más rápido.


Al final del proyecto, mientras los demás quizás hayan cumplido con el plazo, el colega sin prisa ha presentado un diseño más sólido y orientado a las necesidades reales de los usuarios. Su enfoque consciente no solo ha permitido comprender mejor la complejidad del proyecto, sino que también ha contribuido a un producto final más exitoso y mejor adaptado a las demandas del mercado.


Por otro lado, la ausencia de prisa te conecta más profundamente con tus valores y principios, lo que influye en la forma en que interpretas y asignas significado a cualquier experiencia.


Un enfoque «sin prisa» supone tomarse el tiempo necesario para reflexionar sobre tus valores y principios fundamentales. Descubrir que, por ejemplo, tu familia, la autenticidad y la contribución social son claves en tu vida, que realmente los habías descuidado y sin embargo están en el centro de tu corazón.


Como resultado de este nexo vibrante con lo que es importante en tu vida, (1) ajustas tu rumbo laboral con elecciones más alineadas con tus valores, (2) decides dedicar más tiempo a tu familia, (3) buscar oportunidades profesionales que respeten tus principios éticos y (4) participar activamente en iniciativas sociales que se identifican con tu identidad más profunda.


En el día a día, la ausencia de prisa —hacer espacio entre el torbellino de cada día—, te ayuda a poner el foco en tus valores y actuar deliberadamente desde ellos. En la práctica, en un enfoque «sin prisa» harías esto:


1. Planificación reflexiva

Comienzas tu día con una planificación reflexiva. En lugar de lanzarte directamente a las tareas, te tomas unos minutos para revisar tus valores, objetivos y prioridades.

 

2. Importancia vs urgencia

Distingues las tareas más importantes de las urgentes. Te enfocas en las primeras y evitas la sensación de urgencia constante abordando tareas de menor importancia.

 

3. Asignar tiempos específicos

Estableces bloques de tiempo específicos para realizar tareas. Evitas la multitarea y te concentras en una tarea a la vez, asignando tiempo suficiente para hacerla bien.

 

4. Descansos

Programas pequeños descansos a lo largo del día. Utilizas ese tiempo para relajarte, respirar profundamente o dar un breve paseo. Los descansos conscientes pueden ayudar a mantener la claridad mental.

 

5. Distracciones

Identificas y minimizas las distracciones en el entorno de trabajo. Desconectas las notificaciones innecesarias y estableces períodos específicos para revisar correos electrónicos y redes sociales.

 

6. Límites temporales

Establece límites de tiempo realistas para tus tareas. Con esto evitas la sensación de urgencia perpetua y trabajas de manera más eficiente.

 

7. Decir «no»

No tengas miedo a decir no a nuevas tareas si tu carga de trabajo actual ya es significativa. Aprender a establecer límites es esencial para mantener un enfoque sin prisa.

 

8. Apreciar los logros

Al final del día, tómate un momento para reflexionar sobre lo que has logrado en lugar de centrarte en lo que queda por hacer. Reconoce y celebra tus éxitos.

 

9. Flexibilidad ante imprevistos

Acepta que pueden surgir imprevistos y sé flexible en tu enfoque. Mantener una mentalidad adaptable reduce el estrés cuando las cosas no van según lo planeado.


De una mente atribulada —desconectada de su voz interior—, nacen escenarios negativos sobre el futuro, imágenes que anticipan problemas, pensamientos recurrentes asociados a vergüenza o arrepentimiento sobre situaciones pasadas, y mucho más.


Piénsalo bien, adoptar un enfoque «sin prisa» no significa ser menos productivo. Al contrario, consiste en una eficiencia centrada en tus valores; porque tus valores son tu auténtica fortuna, tu energía más poderosa.


De la lucidez; de la claridad y rapidez mental para comprender algo, nacen los grandes discursos, las ideas brillantes, la convicción más profunda. Todo ello, está en el silencio, en la pausa, en un lugar de descanso.


Disney soñaba sin prisa. Cuentan que muchas de sus ideas nacieron mientras permanecía tumbado en un diván alejado del ruido y la tensión, ¿y acaso no fue uno de los personajes más productivos de la historia reciente?


La vida es corta y somos muy frágiles como para andar de un lado a otro, como pollos sin cabeza. Así que, si algún día nos toca esperar en el taller, en la sala de espera de un aeropuerto o en cualquier otro sitio, ojalá tú y yo digamos para nuestros adentros —con un punto de insolencia—, lo mismo que nuestro amigo Juan: «No tengo prisa».

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