top of page

LA BARRA DE «HELIO»: EL SECRETO DESVELADO

Una asombrosa dinámica de grupo nos enseña cómo el desapego y el escepticismo dificultan el trabajo en equipo



¿Qué hace falta para que un equipo supere el desapego y el escepticismo?


Javier, mi yerno, llegó entusiasmado de Teléfonica. Aquel día, había participado junto con sus colegas telecos en una dinámica de grupo: «la barra de helio», así se llama el juego.


El asunto es simple, pero muy revelador. Dos equipos, enfrentados entre sí, tienen que sostener una barra larga, delgada y ligera con el dedo índice de sus manos. Cada miembro del equipo debe permanecer de pie y la barra ha de situarse a la altura del pecho de la persona más alta.


¿El objetivo? Hacer bajar la barra hasta el suelo, entre todos, sin que los dedos pierdan el contacto con la barra. Fácil, ¿verdad? Pues no, no lo es. Hay que dar con un secreto, porque —que nadie se engañe—, la barra no contiene helio :). El secreto está en la presión colectiva creada por los dedos de todos los participantes; una presión que tiende a ser mayor que el peso de la barra. ¿El resultado? Por más que el grupo lo intenta, la barra tiende a «flotar» y subir hacia arriba.


Traslademos esta experiencia al modo de afrontar el trabajo:


1. Los miembros del equipo serían cada uno de esos dedos índices en contacto con la barra, es decir, con el objetivo.


2. Por consiguiente, un equipo sería capaz de aligerar cualquier objetivo y hacerlo asequible en la medida en que todos sus miembros —insisto, ¡todos!— estuvieran alineados y «en contacto» directo con él.


3. Sólo entonces, cuando todos los miembros de un equipo aportan su imprescindible «dedo índice», su singular talento, todo es posible.


Te animo a que hagas este ejercicio con tu equipo y luego permite que todos saquen conclusiones. Invita a los participantes a ir al fondo de la cuestión y ayúdales a trazar paralelismos con el desempeño cotidiano del trabajo. Sería un éxito si al menos, entre todas las aportaciones, se mencionaran las siguientes:


Primero. Reconocer que la solución de los problemas, en la inmensa mayoría de los casos, requiere de la colaboración real de todos.


Segundo. Calibrar eso que llamamos vulgarmente «escaqueo». Es decir, en qué medida la falta de contacto y compromiso desequilibra el funcionamiento de un equipo.


Tercero. ¡Qué difícil es comunicarnos, en general, y cuánto más si no sabemos gestionar la presión de los acontecimientos.


Hagamos equipos poderosos; alineados con la cultura y con los objetivos de la organización, comprometidos entre sí y comprometidos con los resultados y, por supuesto, colaborativos.


Alguien me dijo una vez: «No se nos paga por ser amigos, se nos paga por respetarnos, adaptarnos y ayudarnos unos a otros». Y tenía razón, porque entonces la comunicación fluirá, y fluirá no porque estemos obligados a ello, sino como fruto de un vínculo sólido entre compañeros.



bottom of page