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CÓMO EJERCITAR Y EXPRESAR LA BELLEZA

¿Quieres contribuir a crear un mundo más armonioso y significativo? La belleza es mucho más que una cualidad estética; es una fuerza poderosa capaz de transformar nuestra existencia y la de aquellos que nos rodean.



Ayer por la tarde, mis expectativas fueron cumplidas sobradamente. Durante dos horas escuché en vivo y en directo varias piezas del barroco alemán, entre ellas Dixit Dominus, HWV232, de Haendel. Una obra vibrante, cargada de emociones; desde la alegría y el triunfo hasta la angustia y la lucha espiritual. Cada movimiento reflejaba vivamente las palabras del Salmo 110 (Salmo 109 en la versión de la Vulgata), comenzando con las palabras Dixit Dominus Domino meo (El Señor dijo a mi Señor).


Las lágrimas recorrieron mis mejillas —la verdad es que yo me emociono con un semáforo—, pero aquel conjunto de voces e instrumentos poseía algo fascinante. ¿Sería la soberbia interpretación de los músicos y el coro? No. Y eso que la complejidad de la obra es notable, tanto en términos de composición coral como de orquestación. Haendel pensó en una orquesta barroca completa, incluyendo cuerdas, vientos y continuo, coros y solistas en varias combinaciones para ofrecer una amplia gama de colores a lo largo de los 8 movimientos.


Lo que de verdad me conmovió fue la belleza de la dignidad humana; la grandeza de sus asombrosas posibilidades. ¡Hasta qué punto la virtud humana se conjunta para crear una obra tan sublime! Cada nota estaba al servicio de una obra inmensa. El virtuosismo alcanzaba cotas prodigiosas, sí, pero armonizado en el conjunto. Lo mejor de cada uno al servicio de un todo superior. El director conocía la obra; tenía una visión nítida del resultado y catalizaba el esfuerzo de todos. Una poderosa metáfora para espolear la actividad de nuestras organizaciones.


Apreciar la belleza es apreciar la virtud; no sólo en sí misma, sino también por la persona que la ejercita. Así lo ilustra VIA Institute on carácter, la organización que recoge los resultados de la única encuesta científica libre sobre fortalezas humanas realizada a más de 27 millones de personas. Entre ellas, la de ejercitar y expresar la belleza como virtud. La descripción del comportamiento asociado a dicha fortaleza es concluyente: la belleza se experimenta y se aprecia en todos los ámbitos de la vida, desde la naturaleza hasta el arte, en las matemáticas, en la ciencia, en el desempeño ajeno y en la propia experiencia cotidiana. En estas 3 categorías hacemos experiencia de la belleza:


1. Belleza física. Incluye la dimensión auditiva, táctil o abstracta. Este tipo de valor produce asombro en la persona que lo experimenta.


2. Habilidad o talento (excelencia). Desprende energía y obliga a la persona a perseguir sus propios objetivos. Despierta admiración.


3. Virtud o bondad moral (belleza moral). La bondad virtuosa hace que alguien quiera ser mejor, más afectuoso. Crea sentimientos de enaltecimiento.


¿Quieres desarrollar el gusto por la belleza? ¿Quieres ejercitarla? Antes, pregúntate: (1) ¿Hasta qué punto aprecio la belleza y la excelencia? (2) ¿En qué condiciones (personas, lugares, actividades) aprecio más la belleza y la excelencia? (3) ¿Cómo afecta la apreciación de la belleza o la excelencia a mi trabajo, relaciones, uso del tiempo libre y participación comunitaria?


Después de responderte con sinceridad, te propongo algunos ejercicios de percepción, por ejemplo: (1) observa una forma de vida y aprecia la plenitud de vida que contiene, (2) percibe los buenos sentimientos que se despiertan en ti al contemplar la acción heroica de una persona, (3) advierte la excelencia cuando un niño aprende una habilidad deportiva.


Para aprovechar al máximo la apreciación de la belleza y la excelencia en la vida cotidiana: (1) mantén un «registro de belleza», y cuando creas que estás viendo algo hermoso, ya sea de la naturaleza, hecho por el hombre (por ejemplo, obras de arte) o el comportamiento virtuoso de los demás, toma nota y descríbelo en pocas frases; (2) exponte regularmente a espacios verdes de tu entorno, especialmente si vives o trabajas en un entorno urbano; (3) haz una pausa para apreciar la belleza interior (una forma de hacerlo es contemplar las fortalezas de un personaje y descubrir cómo tú has puesto en práctica dichas fortalezas o bien deseas ejercitarlas para ayudar a los demás).


Apreciar la belleza es apreciar la virtud

Cuando ejercitamos la belleza como virtud, transformamos nuestra mirada. Vemos elegancia en las curvas de una hoja, en los matices de un atardecer, en la sonrisa de un desconocido. Descubrimos la belleza en la música que nos estremece, en las palabras que nos conmueven y en los gestos de bondad que nos llenan de asombro.


La belleza está —no siempre— en la obra creada por el artista; pero se muestra inequívoca en la gentileza hacia los demás, o en la búsqueda constante de la justicia. Si buscas la belleza, no siempre la encontrarás en el ojo avezado de un marchante. La belleza está, con toda certeza, en un corazón virtuoso.


¡Vivimos rodeados de belleza! Ya lo decía Hölderlin, (Hiperión, vol. I, l. 2, carta 3):


¡Oh vosotros,

los que buscáis lo más elevado y lo mejor

en la profundidad del saber,

en el tumulto del comercio,

en la oscuridad del pasado,

en el laberinto del futuro,

en las tumbas o más arriba de las estrellas!

¿Sabéis su nombre?, ¿el nombre de lo que es uno y todo?

Su nombre es belleza.


Y, ya que has llegado hasta aquí, aprecia la belleza en la maestría de Haendel —esta obra la compuso a los 21 años—, a través del Monteverdi Choir junto con los English Baroque Soloists dirigidos por John Eliot Gardiner.



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