¿Por qué tantas personas se paralizan ante el dolor ajeno? ¿Soy yo una de esas personas? ¿Cómo desbloquear mi sensibilidad y ser más empático?

Los videos que corren por internet muestran el distinto comportamiento de las personas ante situaciones de emergencia.
Especialmente, llama la atención aquellos individuos cuyo único proceder ante el dolor ajeno es... ¡la inacción! Algo que sucede en muchos ámbitos de la vida, también en las organizaciones.
Las personas son menos propensas a ayudar a alguien en peligro cuando hay otras personas presentes. Hablamos del llamado «efecto espectador»; un fenómeno psicológico que se hizo popular a raíz del asesinato de Kitty Genovese en1964. Sorprendentemente, el grupo de personas que presenció la agresión, ni intervino, ni llamó a la policía.

A partir de este caso, se generó un gran número de investigaciones y estudios sobre el comportamiento humano en situaciones de emergencia. Distintas observaciones concluyeron lo siguiente:
> Cuanto mayor es el número de personas presentes en una situación de emergencia, menor es la probabilidad de que una persona a título individual tome la iniciativa de ayudar.
> Esta falta de intervención puede deberse a varios factores: (a) la disolución de la responsabilidad individual, (b) la creencia de que otros intervendrán o (c) la incertidumbre sobre si la situación requiere ayuda.
> Es importante destacar que el efecto espectador no es una respuesta universal y que las personas pueden actuar de manera altruista y brindar ayuda en situaciones de emergencia.
> Por otro lado, este efecto es más probable en situaciones anónimas o en las que no existe una conexión emocional con la persona necesitada. En cambio, en situaciones donde hay una relación cercana o un sentido de responsabilidad personal, la probabilidad de ayuda aumenta significativamente.
Dicho esto, hay algunas enseñanzas dignas de consideración aplicables a la vida diaria:
1. El efecto espectador me recuerda la importancia de asumir la responsabilidad personal en situaciones en las que alguien necesite ayuda. Así, en lugar de depender de la intervención de otros, he de preguntarme: «¿Qué puedo hacer yo para brindar asistencia o apoyo en este preciso momento?».
2. En ocasiones, asumo que otros intervendrán y, por lo tanto, no contraigo un papel activo. He de recordar que tengo la capacidad de marcar la diferencia y que mis acciones importan.
3. El efecto espectador también puede ser resultado de la inhibición social; es decir, tengo miedo o incertidumbre sobre cómo serán percibidas mis acciones por los demás. Aprender a superar esa inhibición y actuar cuando sea necesario es un gran paso para que yo promueva un entorno más solidario.
4. En situaciones de emergencia, he de comunicarme de un modo claro y directo con las personas que me rodean. Si necesito ayuda, tengo que pedirla específicamente a alguien en particular, en lugar de asumir que otros lo harán automáticamente.
5. Si soy consciente de las necesidades y dificultades de quienes me rodean, estaré más dispuesto a intervenir y brindar ayuda cuando sea necesario.
Al tomar conciencia de mi propio comportamiento, conseguiré desafiar el «efecto espectador» y contribuiré a crear un entorno más compasivo y solidario.