La importancia de la veracidad y la honestidad en la comunicación.
«La gente camina con sus cordones umbilicales en la mano, buscando un lugar para enchufarlos», decía Dan Kennedy, un famoso copywriter, y estaba en lo cierto: tenemos sed de sentido. En nuestra naturaleza está el deseo de encontrar la razón de las cosas, la lógica o la finalidad de los acontecimientos y de la propia vida.
Responder a esta sed, es una tarea prioritaria de cualquiera que tenga personas a su cargo. Por eso, hablamos del líder como «gestor de significado»: aquel que comunica una visión inspiradora y clara, establece valores fundamentales y guía a su equipo a través de la interpretación de los desafíos y cambios, creando un ambiente de colaboración y compromiso para alcanzar un objetivo común.
¿Te imaginas a un líder cuyos mensajes son confusos o ambiguos, incapaz de inspirar un propósito compartido, antipático, desagradable e incompetente para interpretar los desafíos del «negocio»? A estos los ves venir, pero los más peligrosos son los que carecen de una brújula moral, son los típicos manipuladores que pervierten la persuasión transformándola en una suma de embustes. Te dicen: «Entiéndeme, la realidad es... «dinámica». ¡Y elástica, y moldeable a su gusto! Por eso, «cambian de opinión» como de camisa.
Harry Frankfurt, filósofo y académico estadounidense recientemente fallecido, conocido por su trabajo en torno a la ética y la teoría de la acción, profesor en varias universidades, incluyendo la Universidad de Princeton y la Universidad de Nueva York, publicó un artículo titulado On Bullshit (literalmente «caca de la vaca», «mentira cochina») sobre el embuste o el disparate, publicado en 1986. Frankfurt exploró el fenómeno del embuste diferenciándolo de la mentira. Para el filósofo, el mentiroso todavía se preocupa por la verdad y trata de ocultarla, mientras que el embustero no se preocupa por la verdad o la falsedad de lo que dice, simplemente habla con el propósito de manipular o impresionar a otros.
Frankfurt diferencia al mentiroso del embustero desde dos variables: la motivación y la relación con la verdad:
1. Motivaciones. La motivación del mentiroso es engañar a los demás o hacer que crean algo falso deliberadamente. Para ello, distorsiona la verdad. El mentiroso es consciente de la verdad y busca ocultarla o reemplazarla con una declaración falsa. En cambio, el embustero no tiene una preocupación real por la verdad o la falsedad de lo que está diciendo. Su objetivo principal es impresionar o persuadir a los demás, y para lograrlo, puede recurrir a retórica, declaraciones exageradas o vacías. No le importa si lo que dice es verdadero o falso, siempre y cuando pueda lograr su propósito.
2. Relación con la verdad. El mentiroso es consciente de la verdad y la usa como base para crear una afirmación falsa. Sabe cuál es la verdad y hace un esfuerzo para distorsionarla a través del engaño. Por el contrario, el embustero no está comprometido con la verdad. Puede que conozca la verdad o no, pero su principal preocupación no es afirmar lo verdadero, sino más bien comunicar con una retórica manipuladora.
Es importante señalar que el ensayo de Frankfurt no aborda directamente la cuestión de la intención maliciosa detrás del embuste. El embuste, según él, se define más por una falta de compromiso con la verdad que por un deseo activo de engañar o perjudicar a los demás, como sería el caso en un acto de mentira intencionada.
En cualquier caso, la pérdida de la importancia de la verdad y de la sinceridad en la comunicación tiene una implicación grave: la pérdida de confianza entre las personas, y hacia los líderes a los que miramos para encontrar certidumbre y significado. Así, la erosión de la integridad en el discurso público y privado provoca que la palabra dada pierda valor. En consecuencia, el cinismo y el escepticismo terminan socavando la vida de las organizaciones y los ámbitos ciudadanos.
Un líder que aspira a ser un auténtico gestor de significado, un faro de luz para su gente, ¿cómo puede revertir esta situación? Tomando conciencia de la importancia de la honestidad y la veracidad en la comunicación.
Hoy en día, a las palabras no se las lleva el viento; ahí quedan, registradas en un vídeo, en un audio o en la memoria de la gente, y más pronto que tarde tienen consecuencias. Porque, al fin y al cabo, amamos la verdad, aunque duela, aunque luego cada uno haga... lo quiera con ella.
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