¿Qué impacto tienen tus quejas? Saberlo es clave para aprender a enfrentar los desafíos de la vida.
Me quejo del clima. Me quejo del tráfico. Me quejo del trabajo, del jefe, de la familia. Por si fuera poco, las redes sociales amplifican todo tipo de quejas y estas se vuelven públicas, virales.
La queja, aunque a veces sea justificada, es una sutil trampa mental; refuerza una percepción venenosa: «Soy víctima de las circunstancias». Entonces, si soy una víctima, las riendas de mi vida están en manos de otros.
«Las quejas son como las mecedoras: te entretienen, ¡pero no te llevan a ningún sitio». Erma Bombeck
Desahogarse puntualmente es saludable; ayuda a manejar el estrés y las emociones negativas. Sin embargo, quejarse como una costumbre es un patrón destructivo de nefastas consecuencias para la salud.
El desahogo
Con el deshago pretendemos obtener una sensación de alivio, de apoyo emocional o incluso de fortalecimiento anímico. Uno puede aplacar el dolor o la frustración de manera esporádica como respuesta a eventos específicos; un entorno seguro y de confianza —amigos cercanos, familiares o terapeutas— es lo apropiado.
La queja
En cambio, la queja habitual no busca resolver un problema específico, sino que se manifiesta como un patrón de comportamiento negativo que refuerza una visión pesimista del mundo. La queja es un hábito inconsciente, sin reflexión previa sobre su impacto. Ocurre en cualquier entorno, lo que genera incomodidad y fatiga en las personas que soportan esta conducta. Las consecuencias no se hacen esperar: clima de negatividad, estrés crónico, deterioro de las relaciones interpersonales y una autopercepción demoledora.
Cómo reducir su impacto
Numerosos estudios han explorado cómo la reducción de las quejas aumenta la fortaleza emocional de los individuos. Una de las investigaciones más destacadas es la de Robert Emmons y Michael McCullough (2003). Ambos realizaron un experimento con tres grupos de participantes. Un grupo escribió sobre cosas por las que estaban agradecidos, otro grupo escribió sobre cosas que les molestaban y el tercer grupo escribió sobre eventos neutros. El grupo que escribió sobre gratitud mostró mejoras significativas en el bienestar emocional, mayores niveles de optimismo y mayor satisfacción con la vida en comparación con los otros dos grupos.
Digámoslo claramente: quejarse como costumbre es un vicio y no quejarse es una virtud de enormes beneficios para la salud mental y la fortaleza psíquica. Tanto es así, que si nos enfocarnos en nuestras fortalezas y en los aspectos positivos de la vida, transformamos radicalmente nuestra percepción del mundo y nuestra capacidad para enfrentar desafíos.
Para mitigar las quejas
¡Atención!: no se trata de ignorar los problemas o de reprimir las emociones. Es cuestión de adoptar una mentalidad que busca (a) mejorar el modo en que uno vive las situaciones, (b) fortalecer la salud mental y (c) obtener una vida más plena, para uno mismo y también para los demás. Aquí tienes 6 estrategias para conseguirlo:
1.- El primer paso es ser consciente de las quejas. Por ejemplo, lleva un «diario de quejas» durante una semana, y cuando identifiques una queja anótala. Al final de la semana, revisa las entradas y analiza los patrones. Esto te ayudará a conocer las áreas en las que te quejas con más frecuencia y a tomar medidas para cambiarlas.
2.- Cada vez que sientas la tentación de quejarte, reformula el pensamiento; pregúntate: ¿qué tiene esta situación de provecho para mí? Por ejemplo, ante un atasco incontrolable, en lugar de decir «Odio el tráfico», podrías pensar lo siguiente: «Con este tráfico, tengo tiempo para escuchar mis podcasts favoritos».
3.- Hay escenarios que no puedes evitar. Por ejemplo, estar en una reunión que ha convocado tu jefe, una tarea interminable, un compromiso social… Pues bien, todo eso pasará. Al final, tarde o temprano, todo acaba.
4.- En lugar de quejarte de un problema, busca una solución. Por ejemplo, si algo no te gusta en tu entorno de trabajo, pregúntate: «¿Qué está a mi alcance para mejorar —ya sea en todo o en parte— la situación». Y por supuesto, propón cambios constructivos y búscate aliados.
5.- Cultivar la gratitud es una de las maneras más efectivas de combatir las quejas. Cada día, durante unos minutos, piensa en tantas cosas por las que dar gracias a Dios. Esto te ayudará a nutrir tu energía psíquica y a reducir la estéril necesidad de quejarte.
6.- Expresa cómo te sientes y pide lo que necesitas. ¡Así de fácil! Comunica tus necesidades y deseos de manera asertiva y respetuosa, sin recurrir a la queja. Investigaciones en el campo de la comunicación, como las realizadas por John Gottman, han mostrado que las parejas que practican la comunicación asertiva y positiva tienen menos conflictos y mayor satisfacción en sus relaciones, y que la proporción de interacciones positivas a negativas es un predictor clave de la estabilidad y la felicidad en las relaciones.
Quejarse es fácil y vulgar, actuar es lo que nos diferencia. Porque quejarse no altera la situación, sólo la hace más pesada. En cambio, adoptar una postura radical del tipo «prohibido quejarse» transforma la vida profundamente. Así que busca la oportunidad escondida en cada desafío y actúa para cambiar la realidad, la tuya y la de tus semejantes.