Establece un clima de diálogo abierto, incluso cuando crees que las opiniones ajenas son contradictorias.
Una secta ovni, defensora del contacto con extraterrestres, anunció la llegada de una supuesta nave. Lamentablemente, esta no llegó a la hora prevista. Los miembros de la secta no admitieron su error, al contrario «buscaron frenéticamente convencer al mundo de sus creencias» a través de «una serie de intentos desesperados por borrar su irritante disonancia haciendo predicción tras predicción con la esperanza de que alguna se hiciera realidad». El psicólogo Leon Festinger y sus coautores denominaron este comportamiento con el término «disonancia cognitiva»: un estado mental incómodo ante pensamientos, creencias o actitudes contradictorias entre sí. (Cuando la profecía falla, 1956).
Todos conocemos a alguien cercano que, en distinta medida, padece alguna que otra contradicción cognitiva. Nosotros mismos, tal vez 😊. Por ejemplo:
A pesar de los peligros para la salud asociados con el tabaquismo, él sigue fumando.
Compra artículos caros que no necesitará, pero lo justifica diciendo que «se lo merece» o que «lo necesitará en el futuro».
Critica abiertamente el comportamiento de un dirigente político o de un partido concreto, pero su voto no cambia a pesar de chocar abiertamente con sus valores más profundos.
Acepta un dinero cuyo origen es oscuro e inmoral alegando que necesita salvar una crisis financiera.
Trata de llevar una vida sana pero consume a escondidas alimentos poco saludables.
Mantiene una relación tóxica, pero se convence de que todo está bien; así evita enfrentarse con la realidad.
Se involucra en comportamientos inmorales, como mentir o robar, pero encuentra siempre el modo de justificarlos.
Estas disonancias —seguro que ampliarías las lista anterior—, entre las acciones y las creencias afectan al modo en el que interpretamos la información, defendemos nuestras creencias y nos relacionamos con los demás. Veamos cómo sucede:
Defensa de las creencias. Lo vemos cuando se resisten a considerar puntos de vista diferentes o nuevas perspectivas que puedan desafiar sus ideas previas.
Argumentación intensificada. Sienten la necesidad de argumentar más intensamente para persuadir a los demás —o a sí mismos— de que están en lo correcto. Esto puede dar lugar a discusiones acaloradas y a una comunicación menos efectiva.
Filtrado selectivo de la información. Depuran el mensaje centrándose en aquella parte que respalda sus posturas y minimiza o ignora la información que las contradice, lo que dificulta la comunicación abierta y objetiva.
Racionalización y autoengaño. Justifican acciones y decisiones inconsistentes. Esto puede llevar a comunicaciones en las que se ofrecen explicaciones engañosas o autojustificaciones en lugar de una discusión honesta.
Resistencia al aprendizaje. La obstinación a cambiar las opiniones o comportamientos, incluso cuando se presentan argumentos sólidos o nueva información, dificulta la adaptación y el aprendizaje.
Empatía limitada. La disonancia cognitiva les impide comprender y empatizar con los puntos de vista de los demás; un punto central para una interacción efectiva.
Conformidad social. En ciertos casos, cambian opiniones o comportamientos para evitar la disonancia cognitiva y encajar en un nuevo entorno social. Esto los lleva a silenciar sus verdaderas opiniones por temor a la desaprobación y/o al conflicto.
Superar estas barreras y alinear las creencias con las acciones requiere voluntad para enfrentar cierto grado de dolor, y no siempre uno está dispuesto a recorrer ese camino. No obstante, si sabemos cómo la disonancia cognitiva influye en la comunicación, mitigaremos su impacto y promoveremos una comunicación más abierta, respetuosa y efectiva. Te propongo 10 estrategias:
Presta atención a lo que la otra persona está diciendo en lugar de anticipar o planificar tu respuesta. Esto demuestra respeto por las opiniones ajenas —aunque sepas que son contradictorias—, y ayuda a establecer un ambiente de diálogo abierto.
Formula preguntas abiertas que inviten a la otra persona a explicar sus puntos de vista en detalle. Esto no solo muestra tu interés genuino, sino que también te brinda una comprensión más completa de su perspectiva.
En lugar de entrar en discusiones agresivas o defensivas, adopta un enfoque de respeto y curiosidad desde el principio de la conversación.
En lugar de tratar de «ganar» una discusión, busca lograr un entendimiento compartido. Para ello, encuentra áreas en las que tus opiniones coincidan, incluso si no son relevantes.
Explica cómo llegaste a tener esa opinión concreta. Esto hace que sea más claro para la otra persona saber cómo has procesado la información y cómo tú mismo lidias con la disonancia.
Reconoce tus emociones y cómo te afectan en la comunicación. Mantén la calma y el control emocional para evitar respuestas impulsivas o defensivas.
Advierte que no siempre tienes todas las respuestas y que está bien estar en un estado de exploración y aprendizaje. Esto puede reducir la necesidad de defender tus puntos de vista de manera inflexible.
Trata de ponerte en el lugar de la otra persona y ver la situación desde su punto de vista.
Si estás en medio de una conversación que genera disonancia, toma un descanso para buscar más información antes de continuar. Esto te ayudará a tomar decisiones más informadas. No te sientas presionado para llegar a una conclusión inmediata.
Después de la conversación, reflexiona sobre lo que has aprendido y cómo podrías mejorar tu enfoque en futuras interacciones similares.
Al aplicar estas estrategias con pasión y compromiso, estarás en condiciones de conquistar la disonancia cognitiva en tus relaciones. Verás cómo tus palabras y tus silencios se transforman en poderosos puentes hacia la comprensión y la colaboración.
La disonancia no es un obstáculo insalvable. Al contrario, es en una oportunidad para el crecimiento personal y la conexión sincera. Piensa que, más allá de culpabilizar al otro por sus contradicciones, lo que de verdad importa es construir vínculos más allá de las diferencias.